Hace más o menos un año escribía sobre el destete progresivo (aquí).
Os contaba que apostaba por un destete progresivo y tras una etapa de "living la teta loca" logramos un amamantamiento normal para mí (de 5-2 tomas diarias).
La técnica del No Ofrecer, No Negar dio maravillosos resultados, sumada a la técnica de distraer y el factor padre.
Al ver que no se la negaba Pirata volvió a relajarse y a sentirse seguro de que si la necesitaba ahí la tenía disponible.
Distraerle en casa a cierta edad no funcionaba mucho, así que opté por parques y ludotecas y durante un breve tiempo hasta gocé de la ayuda de un ángel/niñera mágica.
Con esto perdí dos cosas importantes, la toma larga de después de comer y la siesta. Mi teoría de que mi leche es opiácea para mi hijo es absolutamente cierta. Sin teta no hay siesta.
Con el factor padre y el traslado del niño a su habitación se acabaron las tomas nocturnas, resulta que el mozalbete se desvelaba con los ronquidos (atronadores, ¿los oís? no es una tormenta, ¡es mi marido!) de su padre y claro, a mi hijo le gusta dormirse rápido y no sabe hacerlo solo, así que... "tetita pofavó".
Desde hace meses hace una toma al día, como mucho dos y a veces, si se dormía en el coche, pasaba un par de días sin toma. Así empezó la despedida.
Al principio me dolían y acababa metiéndome en la cama de Pirata para que tomara un chupito y liberara presión tetil. Pero en breve eso dejó de suceder, no me dolían. La producción iba disminuyendo progresivamente.
Cómo sabía que el fin estaba cerca empecé a disfrutar con los 5 sentidos cada toma por si era la última, fueron muchas tomas así, maravillosas, tranquilas, de mirarnos a los ojos, verle dormirse a mi pecho, de oler su pelo que siempre huele tan bien, de escuchar en silencio y sentir nuestros corazones latiendo tan cerquita, ese sabor dulce en los labios de cuando te sientes plena y feliz.
El sentimiento de que tanto sacrificio, dolor, escozor, etc, tenía una grata recompensa al final del camino que bien valía todo esfuerzo.
No di el pecho por su salud, ni por recomendaciones, ni por sentirme más mujer, lo hice porque me dio la real gana, aunque a veces quise dejarlo y dudé de mí, pero seguí porque le hacía bien a él y quise, era lo que me hacía sentir bien también a mí. Lo demás no importa, me sentiría igual de madre y feliz si hubiera dado biberón, de hecho dí muchos al principio con una lactancia mixta de mucho éxito. Resulta que lo más bonito de dar el pecho también lo tiene dar el biberón y es la libertad de poder elegir con seguridad lo que te hace sentir mejor.
La lactancia me dio el poder de elegir y es justo lo que hice, dicho poéticamente, la teta me hizo libre.
Ha sido el destete de mis sueños, un poco guiado por mí, pero sin malestar ni por mi parte ni por parte de Pirata. Más progresivo imposible. Tal vez me regale una última toma, o no, pero por ahora, han sido casi 3 años de lactancia que empezó mal y acabó fenomenal. Un regalo maravilloso justo cuando mas lo necesitaba, gracias Pirata, ¡cuánto te quiero!.
"Mami no queda leche casi, adiós tetita" me dio besito, me bajó la blusa y me regaló una de sus preciosas sonrisas, así fue el final de la última toma de 10 minutos, jamás la olvidaré.
Os contaba que apostaba por un destete progresivo y tras una etapa de "living la teta loca" logramos un amamantamiento normal para mí (de 5-2 tomas diarias).
La técnica del No Ofrecer, No Negar dio maravillosos resultados, sumada a la técnica de distraer y el factor padre.
Al ver que no se la negaba Pirata volvió a relajarse y a sentirse seguro de que si la necesitaba ahí la tenía disponible.
Distraerle en casa a cierta edad no funcionaba mucho, así que opté por parques y ludotecas y durante un breve tiempo hasta gocé de la ayuda de un ángel/niñera mágica.
Con esto perdí dos cosas importantes, la toma larga de después de comer y la siesta. Mi teoría de que mi leche es opiácea para mi hijo es absolutamente cierta. Sin teta no hay siesta.
Con el factor padre y el traslado del niño a su habitación se acabaron las tomas nocturnas, resulta que el mozalbete se desvelaba con los ronquidos (atronadores, ¿los oís? no es una tormenta, ¡es mi marido!) de su padre y claro, a mi hijo le gusta dormirse rápido y no sabe hacerlo solo, así que... "tetita pofavó".
Desde hace meses hace una toma al día, como mucho dos y a veces, si se dormía en el coche, pasaba un par de días sin toma. Así empezó la despedida.
Al principio me dolían y acababa metiéndome en la cama de Pirata para que tomara un chupito y liberara presión tetil. Pero en breve eso dejó de suceder, no me dolían. La producción iba disminuyendo progresivamente.
Cómo sabía que el fin estaba cerca empecé a disfrutar con los 5 sentidos cada toma por si era la última, fueron muchas tomas así, maravillosas, tranquilas, de mirarnos a los ojos, verle dormirse a mi pecho, de oler su pelo que siempre huele tan bien, de escuchar en silencio y sentir nuestros corazones latiendo tan cerquita, ese sabor dulce en los labios de cuando te sientes plena y feliz.
El sentimiento de que tanto sacrificio, dolor, escozor, etc, tenía una grata recompensa al final del camino que bien valía todo esfuerzo.
No di el pecho por su salud, ni por recomendaciones, ni por sentirme más mujer, lo hice porque me dio la real gana, aunque a veces quise dejarlo y dudé de mí, pero seguí porque le hacía bien a él y quise, era lo que me hacía sentir bien también a mí. Lo demás no importa, me sentiría igual de madre y feliz si hubiera dado biberón, de hecho dí muchos al principio con una lactancia mixta de mucho éxito. Resulta que lo más bonito de dar el pecho también lo tiene dar el biberón y es la libertad de poder elegir con seguridad lo que te hace sentir mejor.
La lactancia me dio el poder de elegir y es justo lo que hice, dicho poéticamente, la teta me hizo libre.
Ha sido el destete de mis sueños, un poco guiado por mí, pero sin malestar ni por mi parte ni por parte de Pirata. Más progresivo imposible. Tal vez me regale una última toma, o no, pero por ahora, han sido casi 3 años de lactancia que empezó mal y acabó fenomenal. Un regalo maravilloso justo cuando mas lo necesitaba, gracias Pirata, ¡cuánto te quiero!.
"Mami no queda leche casi, adiós tetita" me dio besito, me bajó la blusa y me regaló una de sus preciosas sonrisas, así fue el final de la última toma de 10 minutos, jamás la olvidaré.