Contacto: speechless-blog@hotmail.es

5 de diciembre de 2018

En la UCIN


Entre náuseas y dolor por la extracción a la fuerza de la placenta y estando aún en la sala de recuperación, recibí la visita de la neonatóloga. Me pasó el informe de las niñas, me dijo que respiraban por sí mismas y me hizo firmar los documentos que les permitían realizar cualquier intervención urgente para mantenerlas con vida y la autorización para administrarles leche del banco de leche de donantes.
Los prematuros de menos de 2kg reciben leche de donante en caso de que la madre aún tenga, la leche humana es mucho más digestiva y evita riesgos de padecer enterocolitis necrotizante. La mayoría no toleran fórmula.
1h y poco tras el parto ya estaba en una nueva habitación, pude levantarme a hacer pis sin ningún problema (en mi primer parto ahí es donde me desmallé).
Mi marido y mi hijo estaban conmigo al fin.
Yo me sentía bien, muerta de sueño y agotada, eso sí, pero bien, muy bien, de hecho me dieron un ibuprofeno y el dolor y la inflamación de un desgarro muscular que me impedía andar, desapareció y salí andando, qué maravilla.

Pasaron horas hasta que me dejaron ir a ver a mis pequeñas y tuve que ir en silla de ruedas por prevención (de posibles efectos de la heparina, como hemorragia).
Y llegó el momento de conocer a mis niñas, mi marido se tuvo que quedar fuera con Pirata (en la unidad de cuidados intensivos no pueden entrar niños).
Por suerte era sábado y semana santa y ellos no tenían cole ni trabajo.
Me acompañó una enfermera y me explicó el protocolo que era estricto por el bien de los pacientes.
Nada más en la entrada, antes de acceder a la zona de incubadoras, había que ponerse ropa tipo bata verde quirófano y mascarilla (por tener bronquitis).
Llevar el pelo recogido.
 A la derecha había una cajita con bolsas transpatentes para introducir móvil, llaves, etc de manera hermética.
Luego había que pasar al lavadero, ya dentro de la sala, para lavarse manos, antebrazos y uñas a conciencia con jabón desinfectante durante 2min y luego en seco, usar gel antibacterias.
Había unas 6 incubadoras, todas tapadas y en el centro... ellas. Recién nacida 1 y Recién nacida 2 ¡Nos habíamos olvidado de ponerles nombre!.
Me asomé emocionada y tímida a la primera incubadora, y vi por primera vez a mi niña, diminuta, sus extremidades eran palillos, pero su carita tenía hasta mofletes.
Fue extraño conocer horas después del parto a mi bebé y a través de una urna. Estaba estremecida pero contenta, flipada.

Con el corazón a mil me acerqué a la otra incubadora, a ella ya la conocía de la sala de partos. Mi luz tras el miedo y la oscuridad.
La primera vez que vi su rostro, tenía tras ella un foco que le dio cierto aire angelical que además hizo que por unos segundos lo único que pudiera ver fuese su carita.
Esta vez no lloraba y dormía tranquila, sólo la vestía un diminuto pañal que encima le estaba enorme.
Entonces decidí sus nombres y señalé a la primera y dije ella se llama S y ella L.
Se iniciaba así una larga estancia, dura, intensa pero la cuál viví como jamás imaginé...