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8 de marzo de 2019

Mi estancia en la UCIN no fue tan dura.

Mis hijas estaban en cuidadodos intensivos y eso  no es agradable, pero yo iba preparada, mis hijas estaban allí porque lo habíamos logrado, sí, eran prematuras extremas, ¡pero 30 semanas! Nada aue ver con 24-26 semanas. De hecho aprendí que para un prematuro 1 semana más dentro de la tripa, puede implicar 2-3semanas menos de incubadora.

Al día siguiente ya no estaban tan regordetas, ni tan bien, ambas habían empezado a cursar bradicardias y necesitaron oxígeno, no toleraban la leche de donante, así que tuvieron que colocarles alimentación parenteral, vía intravenosa.
Parecían más pequeñas, frágiles... sus pequeños cuerpos estaban cubiertos de cables y tubos que entraban por su boca, nariz, su piel, luces, pitidos, vendajes...
Lo cierto es que pese a haber visto bebes en situaciones incluso peores por youtube, me impresionó bastante. Las manitas las tenían inflamadas y moradas por las agujas.
Las vi llorar,sufrir, retorcerse cada vez que tenían que pincharlas, se me partía el alma.
Yo iba de una incubadora a otra, me paraba de pie 10-15 min frente a una y luego frente a la otra. Observando... podía tocarlas introduciendo las manos en la incubadora por dos agujeros, pero antes de tocar a la otra bebé tenía que volver a desinfectarme las manos, odiaba quitarme el tacto de sus cuerpecitos. Mis manos no tardaron en despellejarse de tanto lavarlas.
Les consolaban mis caricias, se dormían, dejaban de sufrir, así que lo que le pasara a la piel de mis manos me daba igual mientras siguieran dando calor y consuelo a mis pequeñitas.

Empecé el método canguro desde el principio, primero con S y por la tarde me dijeron que podía cogerlas a la vez. No era tarea fácil para la enfermera que tenía que desenchufar y enchufar cables, sondas, aparatos varios pasándolos por los agujeritos correspondientes. Arrastrar la bomba de alimentación hacía el centro para que el tubito de la sonda llegase a mi sillón desde ambas incubadoras. Así pasaba las horas, con mis muñequitas, sobre mi cuerpo, piel con piel, sus movimientos se sentían parecidos a cuando estaban en mi interior, pero ahora las sentía por encima de mi piel y no por debajo. Fue mágico. Mantener la postura horas tras hora era doloroso, pero su contacto adictivo. Cuando las volvían a colocar dentro de las incubadoras parecía que  me las arrancaban. 
Que yo pudiera cogerlas dependía siemprw de que una enfermera estuviera disponible para dármelas.