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18 de octubre de 2018

Mi parto II

Se la llevaron, no la vi, salió de un solo pujo disparada, no la escuché llorar.
Tanto personal a mi alrededor y nadie me dijo nada.

Miré aterrada a cada rostro, uno por uno, buscando señales de que iba bien o mal,  fueron segundos de pánico enmascarado de falsa resignación y pregunté tímidamente ¿está bien? no ha llorado... (afónica, sin voz, fue muy fastidioso parir con bronquitis y no poder casi hablar).
Alguien me contestó al fin,"está con los neonatólogos, y iba llorando, tranquila".
Alivio absoluto, calma, felicidad, amor, preocupación, instinto...
Yo no la oí, ni la vi, pero sí que la sentí salir y me encantó esa sensación. El expulsivo fue mucho menos doloroso que el de Pirata, sin embargo la dilatación de 0 a 10cm fue en 40 minutos pero mucho más bestia, llegó un punto en que entré en contracción continua, terminaba una e iniciaba otra sin descanso, fue rapidísimo. Un dolor increíble, pero cortito.

No podía ir con mi niña, aún tenía algo muy importante que hacer. Ya no estaba embarazada de gemelas, sino de una niña diminuta que sobrevivía sin líquido y una placenta que había dejado de funcionar.
Había parido, pero seguía de parto.
Los gemelos monoamnióticos, por protocolo, nacen por cesárea como máximo a las 32-34 semanas, pero todo fue muy apresurado, los neuroprotectores que me inyectaron no tuvieron tiempo de hacer efecto, nadie imaginaba esa dilatación tan rápida y sin previo aviso. Tampoco parecía que fuera el primer parto de ese tipo de gemelos que hacían.
Tuvo que ser parto, porque ya estaba fuera.


Había otra bebé dentro y me dijeron que era necesario que naciera inmediatamente y que había riesgo de infarto de placenta y muerte fetal. Mi pequeña estaba sufriendo, pasó de la taquicardia a bradicardia.
Entonces la cirujana se me acercó y me dijo, tenemos que sacarla YA, ¿qué hacemos mamá?
Y yo dije: ¡parirla!
Me dio un beso a través de la mascarilla verde y me dijo algo así : así me gusta campeona, vamos rápido.
No dio tiempo a esperar a que mi cuerpo se volviera a poner de parto e iniciaran las contracciones, tuve que pujar siguiendo indicaciones. Para ese entonces, la epidural ya había hecho su magia, ya no había nada de dolor.
Yo pujaba y pujaba conteniendo la respiración, mientras, me hacían una eco, yo podía ver a mi bebé en la pantalla bajar de cabeza y volver a subir, el ritmo cardiaco le bajó y el bebé apenas asomaba la cabeza con el pujo y cuando yo paraba para coger aire, el bebé volvía a subir.
Estaban preocupados, se notaba, 7 personas conmigo, cada una en lo suyo, 2 matronas, 1 anestesista, dos con el monitor, una gine y el tocólogo. Al inicio creo que eran 8, una debió irse con mi primera hija...
Se miraban de unos a otros, el tocólogo dijo, ventosa! este bebé se sube! puja y no pares, no pares, no pares, resiste!
y eso hice, un pujo eterno, sin respirar, con todas mis fuerzas y al segundo intento, bajó y la "capturó".
Le dije que si a ella la podía ver y tuvo un gesto precioso, me la asomó por entre mis piernas los segundos que tardaron en cortarle el cordón, la ví, la toqué, me agarró el dedo, la adoré y de pronto aquel parto apresurado, de tanto riesgo se convirtió para mí en perfecto, mágico.
Se la llevaron al instante, mientras yo seguía notando su tacto y calor en mi dedo.
Daría lo que fuera por poder imprimir esa imagen, esa carita llorando, moradita, viva, real.

Pese a ser diminuta, era una bebé perfecta y normal, rasgos de recién nacida en mini.
Sin mis hijas en mi interior, la prioridad era que saliera la placenta,  pero me pasó igual que con mi hijo, la placenta estaba incrustada y no quería salir. Tardé mucho más en alumbrar la placenta que en parir 2 bebés.
En mi anterior parto me hicieron una horrible maniobra manual interna, aunque efectiva, que me costó un desgarro de más de 40 puntos, pero en este hospital, la técnica era distinta, manual pero externa, la realizaron con maestría las matronas, a golpe de presión y dolor, aquello no había epidural que lo omitiera.
Fue lo más doloroso del parto. Pero la placenta salió.
La hemorragia que tuve la semana anterior era de la placenta, pero milagrosamente se "curó" dejando visibles cicatrices, siguió funcionando y mis bebés estaban vivas.
La técnica manual externa continuó en la sala de recuperación, ya que empecé a tener una hemorragia, aquello era insoportablemente doloroso y como no tenía voz no podía ni gritar, se puede decir que grité con el mute puesto, apretando dientes y sin abrir la boca, total, para no articular sonido... , las matronas no paraban de decirme lo siento, conscientes del doloer, pero yo les dije con gestos, que no se preocuparan y siguieran haciendo lo que fuera necesario, pero uff.
Lo lograron, acabaron sudando a mares, pero lo consiguieron, acabé vomitando la cena de tanto meneo y me tuvieron que poner calmantes, primperán o algo similar y empecé a sentirme mejor.
Vino una neonatóloga a darme el informe de mis hijas, ambas respiraban, la gemela 2 había tenido mas dificultades, pero ya estaba mejor. Ambas fueron ingresadas en la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales (UCIN). Mis pequeños milagros, yo estaba fascinada, de esperar cesárea al regalo de parir 2 bebés, en aquel momento olvidé las posibles secuelas, la prematuridad e inocente de mí, incluso creí que se librarían de tubos y aparatos...
Estaba feliz y toda molestia física que tuve las últimas semanas de embarazo, desapareció con el primer ibuprofeno.
Parir, alumbrar, controlarme hemorragia y salir andando.
Ni un sólo punto.

Ya os contaré.